La ideología como bien de consumo
Por Edgardo Teufel
“Estos negros de ‘m’ no quieren laburar y cortan la calle”. Esta es una afirmación que si la desglosamos, uno advierte que no tiene ningún sentido racional; solo son discursos que los dicen algunos voceros para que los repitas y tengas una postura políticamente correcta hacia su ideología. Si la desglosamos, evidenciamos lo siguiente: Primero convengamos que estás asumiendo una posición social y discriminatoria, diciendo negros de mierda, porque es una adjetivación peyorativa, que viene del odio de las clases más altas.
Etimológicamente deriva de la apreciación hacia las clases más bajas como “cabecitas negras”, refriéndose a los obreros de las provincias, de parte de una élite oligárquica y expandida por algunos voceros de medios de comunicación, que desparraman dicho odio hasta naturalizarlo en la lengua y la cultura popular, para aquellos que se definen como “alta clase”, a partir de la negación del otro; por esta razón, aunque no te des cuenta, estás asumiendo una identificación con un sector dominante al cual no pertenecés.
Por otro lado, no sabés si quieren o no trabajar, de hecho están cortando la calle para poder hacerlo;
además, afirmar que la carga impositiva de tu sueldo va destinada a esas clases es una falacia; las razones de por qué hay mucha carga impositiva son otras, de hecho, a dichas cargas impositivas se las devora el IVA o el impuesto a las ganancias.
Luego advierto en la afirmación un cierto “odio-placer” al decirla. En verdad, el odio que sentís en el fondo es envidia porque te molesta su resistencia a la presión social, porque están con un mate en pantuflas sobre la avenida, “se ven mal”, sentís que “huelen mal” o “te miran mal”; es su forma de comportarse frente a una sociedad que les da la espalda y los demoniza con afirmaciones que pecan de generalizar y que tienen como fin estigmatizar, por ejemplo: “en la villa venden droga”, o “todos los de la villa afanan”, etc.
Esos discursos en realidad bajan de un sector dominante de la sociedad para que vos los repitas sin darte cuenta de que no todas las personas que cortan la calle pidiendo por “x” razón lo hacen porque se les paga, o que todas las personas que cortan la calle no quieren trabajar. Por otro lado, si cortan una calle y defienden mis intereses, qué me importa que no quieran trabajar.
Evidentemente, los sujetos se posicionan ideológicamente por multicausales.
En contraposición a esto, hace unos días, por Caballito y a plena luz del día, en la puerta de un banco vi una inmejorable escena de una mujer de mediana edad (se podría decir bien vestida) que, junto con otro hombre, ayudaban a una señora de los llamados “sin techo” alcanzándole algo para comer; se me haría difícil recordar una imagen similar en el último tiempo que no sea la del Ejército de Salvación a la noche…
Es interesante analizar que, tal vez, esto sea un ejemplo de cómo la opinión pública y la exposición en los medios de una problemática modifica casi instantáneamente conductas en las personas, en tiempos en los que las máquinas info-comunicacionales que manufacturan el sentido común, marcando la agenda, llevan el individualismo y la demonización de los sectores postergados como uno de sus principales baluartes discursivos.
El denominado vulgarmente “globerto”, “globoludo” o “cambiemita”, se apropia de este discurso, violento y excluyente de los más vulnerables. El ahora devenido en “pobre de derecha”, ex sujeto de clase media, caído del estándar que había alcanzado. Desde la teoría social, el sujeto sujetado que repite sin procesar ni espíritu crítico.
Apuntes en el intento de explicar cómo se producen sujetos ideológicamente masoquistas:
Les importa mucho lo que opinen los demás, por eso encuentran la forma de llenar su vacío existencial en un estilo de vida clasista, donde se subscriben culturalmente al estilo de vida y a los anhelos de una clase dominante, por eso, no es raro verlos moverse en zonas “exclusivas”, o estar en contacto en el trabajo, en la escuela o en otro ámbito que frecuenten aquellos ciudadanos modelo de un sector social al que anhelan pertenecer; ellos son sus ideales y con estos, el gran placer de conquistar todo aquello que parecería que autorrealiza su existencia, como pilar fundamental, la cultura de la sociedad de consumo del mundo occidental.
Eso sí, no lee demasiado y tampoco tiene tiempo para sentir el vértigo de la búsqueda de la verdad a la hora de opinar acerca de un aspecto fuera del mundo material, pero lo que sí hace muy bien es repetir lo que escucha. Y consciente o no, se ve arrastrado ideológicamente, e internaliza imperiosamente también creencias que lo dejen en su área de confort.
La grieta de la batalla cultural nos da la oportunidad de revelar formas de comportamiento. No se informa con otros medios por los prejuicios falsos que le han instalado en la cabeza, por lo cual, no quiere leer y tal vez, tampoco pueda entender esta infografía por su deseo de pertenencia que le ha instalado el neoliberalismo cultural.