Una artista europea en Argentina
por Revenge

Infinitos teóricos han asociado los conceptos de arte y de belleza. Hutcheson y Burke afirmaban que la finalidad del arte es la belleza. Ahora, cuando la artista es bella de por sí, es decir, cuando el medio y el fin se fusionan, ¿nos encontramos ante la premisa warholiana de que el artista mismo es una obra de arte?
Gyulmira Pavlenko ha incursionado en varias disciplinas artísticas, que detallaremos más adelante, pero además es modelo. La sociedad actual, capitalista por cierto, genera estereotipos. Existe una impresión estructurada sobre la sensibilidad del artista y también un prejuicio sobre las modelos que son tildadas de superficiales por un sistema que se basa en la división del trabajo y que convierte al arte, a la belleza, en meras mercancías. Sin embargo, Gyulmira supera esa antinomia: “soy modelo y artista. No lo considero una contradicción porque para mí ambas actividades son creativas, en caso contrario no podría modelar”. Y agrega con su encantador acento eslavo: “vivir es un arte pero la gente no lo entiende”.
Nació a orillas del Mar Muerto, en Odesa, Ucrania, hace veintidos años. Junto con su familia tuvo que irse de su país debido a la crisis y cuestiones socioculturales. A finales de 2011 se radicaron en la zona Sur del conurbano. Pero desde hace unos meses, Gyulmira reside en El Bolsón, provincia de Río Negro.
Pavlenko tiene una altura de 1,70 m, sus medidas son 85-63-95, su color de cabello es castaño claro aunque siempre se la ve de distintos colores: de azul, violeta, rubia y ahora colorada.
“Comencé a pintar cuando era pequeña, siempre tuve mucho interés por el arte”, recuerda. Hija del músico ucraniano Robert Pavlenko y de la pintora rusa Natalia Tarasova, tuvo el entorno ideal para desarrollarse en la plástica. Con respecto a su madre, confiesa: “Me encanta su estilo. Desde chica me gusta observar cómo ella pinta”.
Aparte de la pintura con óleo, acuarela y diseños, Gyulmira aprendió a tatuar: “me complace que la gente lleve no solo una imagen en su cuerpo, sino que una gota de arte los acompañe en toda su vida”. También se interesa por la fotografía: “me genera mucho placer y tranquilidad sacar fotos, lograr estética y armonía en una imagen”. Trabajó un tiempo en un estudio de esculturas en Buenos Aires que hacía figuras en tamaño real, tanto de personas como de animales.
Gyulmira no obtiene una renta alta ni segura por su labor artística y a veces realiza trabajos convencionales, se mantiene a la misma altura que el común de la gente, por así decirlo. Tolstói afirmaba: “El arte no es un oficio, sino la transmisión del sentimiento que experimenta el artista. Este sentimiento no puede nacer en un hombre si no vive la vida natural y verdadera de los hombres”.
No se encasilla en ningún ismo, ella se inspira en la naturaleza, en las plantas, en las personas y en el amor (su parte positiva y negativa), en la noche y en las estrellas. Sin embargo, siempre piensa en cómo se va a desarrollar o degradar la humanidad, por eso el estilo futurista le fascina. Es observadora, detallista y utiliza una buena escala cromática. Hay mucho color en sus cuadros, trabaja mucho la saturación y de esta forma logra resaltar las figuras.
G. Pavlenko también es actriz, estudió en Sur Teatral Lanús, formó parte del elenco de la obra Hotel Sigmund y estuvo en un par de realities en la TV. Protagonizó el cortometraje Once a Cero, que realizó junto con su amiga productora y directora ucraniana Alisa Pavlovskaya. El corto relata una vida sencilla en equilibrio con la naturaleza, en contraste con imágenes de una ciudad con una estética futurista. La protagonista se mueve en la cornisa de esos dos mundos contrapuestos. Gyulmira siempre mantiene esa tensión entre dos premisas: la naturaleza y la tecnología moderna.
Influenciada por la música rock de los 80, se identifica con el postpunk −que marcó momentos importantes en su vida− pero no se cierra en un estilo, la música que escucha depende también de la etapa de su vida o simplemente del ánimo de un día en particular, si está lloviendo o hay sol. Ama la música clásica, el sonido del piano es su favorito. Le puede gustar desde un tango hasta música electrónica, el hip hop y el jazz. Y asegura que amaría conectarse más con la música.
