Por Marcelo Fernández
En los años pretéritos (tomemos como referencia a partir de mediados de los ochenta), la forma de acceso a la música era muy diferente a la actual. En la época del vinilo y el cassette, a la música se la buscaba físicamente. Para los más entusiastas, la finalidad era obtener y atesorar la obra en formato físico.
En los años 90 empezaban a surgir programas de radio especializados, y la figura del dj, como presentador musical, pasaba a cobrar cierto protagonismo. Aliado de los sellos discográficos donde los productores comercializaban sus obras, el dj era de alguna manera el vehículo de difusión, tanto en radios como en discotecas, de las novedades musicales que empezaban a sonar.
Disquerías especializadas
Aquí, el sitio de concurrencia que todos anhelaban eran las disquerías especializadas. Fuente y punto de partida de todo el material que circulaba, proveniente de los sellos discográficos de EE. UU. o Europa. Un universo musical latía en esos lugares: especie de pequeños boliches dentro de galerías de los centros comerciales, en donde el dueño hacía las veces de dj residente que presentaba las novedades.
Las más innovadoras estaban en zona oeste, como Morón y Ramos Mejía, y claro, otro par en Capital Federal. Con bola de boliche incluida, luces tenues, música de fondo sonando sin cesar, allí uno podía pasar horas escuchando discos con los auriculares, descubriendo rarezas hasta dar con aquel álbum o compilado que decidíamos llevarnos. Dependiendo del bolsillo o la circunstancia, la visita era semanal o mensual. Por otra parte, si lograbas empatizar y generar buena confianza con el dueño, este ya pasaba a asesorarte de otra manera, revelándote gemas recién llegadas, pocas unidades que tal vez ni llegaban a las góndolas.
Amistades y fiestas
En el proceso de descubrir nuevos artistas también intervenían amigos que “curtían el palo”, en el hurgueteo de cosas muy modernas o desconocidas; la mayoría de estos encuentros se daban con el fin de intercambiar cassettes o cd en alguna que otra “fiesta casera” que solía realizarse esporádicamente en el conurbano (zona oeste o zona sur) o en Capital Federal.
Como decía, se organizaban con el fin de difundir nueva música pero sobre todo para socializar y crear un espacio de vínculos humanos que siguieran interactuando en encuentros venideros.
Se hacían con “dos mangos”, a pulmón y entre varios aportantes. Alguien ponía la casa o el garaje, otro los bafles, potencia y casetera (o bandejas); generalmente los equipos eran propiedad del dj; no faltaba quien se encargara de la decoración con luces de colores o algún flash, y por supuesto, siempre había una barra improvisada.
Agradables momentos, buena música, tragos, encuentros, por qué no algún que otro romance casual, muchas oportunidades surgían.
Para legitimar la trascendencia de dichos encuentros, la idea era nuclear dj referentes de otras zonas (zona sur, Capital Federal, zona norte, o alguna provincia aledaña), convocarlos a ellos junto a su público para engrosar la convocatoria y el éxito del evento.
El nexo o amalgama entre “zonas” fue muy importante y enriquecedor. Por diferentes razones, cada referente manejaba diferente información y bagaje musical. Para el crecimiento de un cierto movimiento incipiente, crucial era crear esos puentes y fortalecerlos.
El material musical, físico, si bien era escaso, colmaba las expectativas de dar con alguna banda desconocida perdida en los tan ansiados compilados, donde podías encontrar cosas que se desmarcaban de lo convencional.
Novedad, la esencia electrónica
En los años 90, los géneros que ya enfervorizaban las pistas en otras latitudes del mundo como Bélgica o Alemania eran el hardcore techno, el rave, la Intelligent Dance Music (IDM, en español: “música inteligente de baile”). Su desembarco aquí fue demoledor para nuestros oídos, estilos más acelerados de lo convencional, ácidos y potentes, vinieron a refrescar y a dar una vuelta de tuerca a los sonidos a los que estábamos acostumbrados como el new beat, las bandas ochentosas del dark o el new wave, o estilos del EBM más clásico y el techno en sus variantes Berlín o Detroit.
Adaptación de los años venideros
Algunas bandas de los 90 y otro número menor de los 80 se fueron aggiornando y avanzando técnicamente (algunas con éxito, otras cambiando su esencia), y comenzaron nuevas formas de difusión e inserción en el mundo virtual, a la par que cientos de nuevos artistas se multiplicaban.
Hubo casos en los que algunas de esas bandas siguieron una tradición más oscura, tomando elementos del dark o el industrial; otras, aún en 2000, insistieron con el sonido grunge o alternativo, vestigios del boom de los 90 en el plano comercial. Unas pocas fortalecieron su esencia y radicalizaron electrónicamente aún más su sonido sirviéndose de nuevas máquinas o de lo último en software.
Ya pasando los años 2000, luego de haber concurrido a innumerables fiestas, pasando de los oscuros reductos de los after hours a las masivas raves, incluso uno mismo siendo protagonista como organizador de eventos, podrán imaginar la cantidad de música y experiencias que nos recorría el cuerpo y la mente. La pulsión era seguir generando más y más espacios de difusión, montando incluso un sello independiente para editar, en forma artesanal, bandas locales incipientes dentro de la electrónica más experimental, promoviendo esta iniciativa en los eventos que se organizaban y en programas de radio.
Hacia el enfoque de la pista de baile y el concepto de eventos, los gustos personales se fueron radicalizando y endureciendo, sumando a las presentaciones performances en vivo y proyección de imágenes de alto impacto visual, exponiendo lo más crudo del noise y del sonido industrial, géneros de los más underground y oscuros de la escena musical electrónica. Varios capítulos necesitaría para explayarme sobre el género, el cual es una de las corrientes con más peso, trayectoria, evolución y transformación de todo el arco cultural de vanguardia (mediados de los 70 para acá). Importantes referentes como SPK, Throbbing Gristle, Cabaret Voltaire, Nurse with Wound, entre otros, el industrial-noise es una explosión variopinta, en donde confluyen sonidos ásperos y sombríos provenientes de los géneros como el avant-garde, postpunk, dark ambient, EBM, techno, acid, experimental; todo junto a una filosofía literaria y de arte contracultural, rupturista de normas y formas.
Paraíso y abundancia
El mundo electrónico es un paraíso de abundancia y sorpresas, capas sobre capas los géneros se suceden, se mejoran, mutan o se resignifican; no existen esquemas fijos, siempre está en permanente movimiento, esa es una de sus cualidades más trascendentes. Cuando nos preguntan qué sentimos, bien podría decirse que nos renueva el espíritu, nos entusiasma sentir esa adrenalina y dosis de misterio al descubrir cada nueva banda o cuando nos sumergimos como un explorador de tesoros, dentro de la inacabable ramificacion en subgéneros que ofrece.
Hoy en día, en la revolución de las redes, las plataformas digitales de difusión musicales (Bandcamp, Spotify, YouTube, etc.) cobraron total protagonismo e imprimieron otro sentido al acceso a la información, democratizando los bienes culturales, dando tal vez mayores posibilidades a los artistas incipientes. No es menor, a modo de ejercicio, contrastar las formas en que nos relacionamos actualmente con la música. Los hay, por supuesto, al día de hoy coleccionistas de obras originales, en formato cd, vinilos, incluso cassettes… ciertamente son un grupo muy reducido. Las mayorías populares ya no empatizan con la idea de atesorar o apilar música “física”. Solo sabiendo del ilimitado universo de búsquedas, artistas, estilos, todas ya alojadas en la red, con sólo tener listas de reproducción programadas o música agregada en “favoritos” de la plataforma que se frecuente, es suficiente para saborear las bondades de la universalización y de la gran oferta de Internet.
Naturalmente las personas también cambiaron su forma de consumir música o relacionarse con ella. Muchos de los que venimos de la era analógica, en mayor o menor medida, seguimos de alguna manera coleccionando, indagando, de un modo más organizado, mucha más nueva y “vieja” música, al punto que sumamos carpetas y carpetas en nuestros discos duros, sin siquiera haberlos escuchado, lo mismo que aquel que engrosa su biblioteca con nuevos libros con la intención de alguna vez leerlos. Corre una lógica del acopio, del acumular saber, información valiosa para poder sorprender al oído con algún sonido nuevo en algún momento, en otra etapa o un contexto diferente; a su vez, la idea es compartir e intercambiar, ya sea con amigos cercanos o desde el armado de un set dj en algún evento para un público afín, o simplemente un deseo de trascender el conocimiento más elemental.
Conciliación – Reencuentro
La masiva oferta musical y ahora la tan generosa posibilidad de acceder a material inédito despertó
una avidez inconmensurable en nosotros, los melómanos. Hubo una suerte de “conciliación” o reencuentro con muchas de las bandas que nos influenciaron, ahora ya no sólo con sus hits o sus clásicos, sino con gran parte de su obra y su trayectoria que dadas ciertas limitaciones de esos años no pudimos conocer. Vale destacar en este punto que con algunos artistas, dada la distancia o nuestra madurez, nos pasó que aprendimos a apreciarlos un poco más recién hoy; como se dice, los miramos con otros ojos. Fue un volver a vivenciar la época a través de esas bandas icónicas, “cerrar” ese círculo fue fantástico y enriquecedor.
Expansión y ensamble de los géneros musicales
La música es un organismo vivo y naturalmente ello conlleva conocer, absorber, reflexionar acerca de costumbres, filosofías de vida, historias, sociología de los movimientos culturales, raíces. Este estudio casi natural lleva a su vez, por un lado, a conocer todavía más música, y por otro, a atar cabos desde lo cultural, para llegar a la conclusión de que todos los estilos tienen su origen, su “por qué”, a la vez que punto de unión, inflexión o parentesco entre otras corrientes o movimientos musicales.
Es vital destacar que la gran mayoría de géneros de la electrónica groovera o bailable, con su característico sonido secuencial de bajos y beats, abreva en un sonido primario, tribal, arquetipo de los antepasados, baile, unión y comunidad.
Todo conduce y nos familiariza con las raíces afro, con el Black Power, símbolo de integración, paz, no racismo y libertad. Este es el espíritu, el mensaje y el trasfondo filosófico de gran parte de la electrónica bailable.
La música house, proveniente de Chicago y Nueva York, tiene sus raíces en la música disco, el soul y el funk.
A principios de los 80, en Detroit, nace el techno, de la mano de tres estudiantes negros considerados los padres del género. Los primeros tracks eran mezclas de funk electrónico y música house fusionadas con ciertas corrientes de música europea, como el Italo Disco, y sonidos de sintetizadores más secuenciales propios del electro de Kraftwerk.
Otras variantes electrónicas como el jungle, el dubstep, el dub, con sus típicos delays hipnóticos, resonantes bajos que son puro groove y dj lanzando samplers, abrevan en sonidos del rap y de la cultura ragga.
Son muchos los nombres y las diferentes ramificaciones y subgéneros, pero si revisamos la historia vamos a encontrar puntos de origen con raíces negras. Su desarrollo en la historia musical también acarrea una serie de conflictos raciales que marcaron a sus protagonistas.
Siempre me resultó muy interesante indagar cómo sus diferentes vertientes narran toda una trayectoria, puntos de encuentro, evolución y paulatina inserción en la cultura global, derivando en géneros comercialmente más populares como el pop (en sus diferentes matices), estilo que es frecuente escuchar en radios, series de tv, comerciales, etc.
Conclusión
La avidez por la música del mundo trasciende muchas fronteras. El amor y la pulsión ante cada obra musical son infinitos e inacabables. Lo mismo la capacidad de sorpresa, lo que nos hace propensos a la apertura y a la libertad de ser receptivos, dejando prejuicios o egos de lado. Las vanguardias musicales se disparan en muchas direcciones.
Estamos atentos, siempre expectantes. La representatividad es flexible ante las bondades de un género tan rico y abundante como el mundo electrónico. La brújula o el termómetro de “lo nuevo” está encendido en nosotros todo el tiempo. Esa es la dirección, el camino que nos lleva a terrenos poco explorados por muchos, es el espíritu con el que vibramos, aprendemos y nos emocionamos.
También lloramos, recordamos, vivenciamos momentos tan sutiles como impactantes, pero nunca dejamos de soñar y en proyectar utopías, momentos o situaciones que todavía deseamos vivir. Todo esto sucede como una llama fugaz o como un incendio. Impulsada por ciertos sonidos, cantos o instrumentos, cierta mística se apodera de nosotros y quedamos absortos ante el frenesí de emociones o imágenes que se nos presentan. La música es metáfora, poesía de sensaciones, vida, renacimiento, transformación. ¡Que viva siempre esa llama en nuestros corazones!